6 enero 2015 | Andrés Alba
Comienza un año nuevo, y esto también se refleja en los lectores del mundo. En estos días es común encontrar a las personas haciendo sus propósitos lectores para los meses venideros, los cuales se traducen principalmente en listas de libros por leer, proyecciones que no tienen que ver con títulos y autores, más bien con número de lecturas.
¿Cuántos libros pretendes leer este año? Esa es la consigna, y si me hicieran la pregunta yo respondería: Pues no lo sé. Conozco muy bien mi tendencia a la amargura e irritación por estas conductas, pero es que en realidad no lo entiendo. ¿En realidad es importante imponerse un ritmo de lectura, y peor aún, compartirlo como si se tratara de un orgullo, de una intención digna de alabanzas y admiración?
Imposible negar el placer que provoca llegar al final de un ciclo y descubrir un gran número de lecturas, la prueba de que los libros siguen teniendo la influencia en nosotros como para dedicarles tiempo en un mundo donde es cada vez más escaso, sin embargo, leer muchos libros tampoco hace la diferencia de nada. Marca personal, reto auto impuesto tal vez, pero no creo que tenga una relevancia sustancial.
Reducir la lectura de números a una competencia estadística me parece ridículo. La persona que lee no es mejor persona sólo por este acto, ni mejor, ni más sabia, ni nada en realidad, por lo tanto, leer libros por montones, con una meta numérica en mente no significa nada. Los libros son un placer auténtico y llegan a nosotros de mil maneras, a veces se ausentan, luego regresan, en ocasiones los devoramos, o nos negamos a ellos, son como la vida y cada ciclo tiene su propio ritmo. El reto de lectura, como un juego, me parece bien, sólo temo que algunos se lo tomen en serio.
Plenamente de acuerdo, creo que la lectura de entretenimiento debe ser un placer y no una meta, a veces me quiero comer una biblioteca y otras prefiero escuchar música, es así. La lectura de trabajo o estudio, esa es otra historia….