27 enero 2015 | Andrés Alba
Decía mi tía que no hay nada peor que un necio con iniciativa, y curiosamente creo que Gustave Flaubert estaría de acuerdo con ella.
Todos sabemos que además de ser uno de los más grandes escritores del siglo XIX y poseer un ingenioso sentido del humor, así como una capacidad para analizar y criticar la sociedad de su época, Flaubert era un viejo gordo y amargado.
Desde niño se sintió diferente, un genio rodeado de idiotas, y a su ya de por sí limitada tolerancia a la humanidad, no le hizo bien todas las deudas que fue adquiriendo durante su vida, mismas que le obligarían a pasar sus últimos años escribiendo como loco para sobrevivir. En esos días, Flaubert era más gruñón que nunca, pero como todo buen escritor, dejó fluir todo el veneno a manera de literatura, con la divertida, y al mismo tiempo amarguísima novela: Bouvard y Pécuchet.
Bouvard y Pécuchet es una novela incompleta, y como suele ocurrir, hay un dejo de decepción al leerla; aunque las ediciones actuales contienen los apuntes de Flaubert que indican a grandes rasgos el final de la obra. Pero lo más importante es el retrato que hace Flaubert de la gente común, de los idiotas y de cómo estos, de alguna manera mueven el mundo.
Como podrá imaginarse por el título, la obra gira alrededor de los personajes Bouvard y Pécuchet, un par de copistas parisinos para quienes la vida no es otra cosa que un tedio interminable. Por casualidad se conocen en una banca y descubren que son almas gemelas. Deciden dejar sus trabajos y emprender una nueva vida en el campo donde sus pasiones sean la única guía. A partir de ese momento, Bouvard y Pécuchet comienzan a saltar de una profesión a otra, guiados por toda la bibliografía que pueden encontrar. Por supuesto son unos ineptos, pero eso no les resta entusiasmo. Desde la medicina, al esoterismo y la educación, practican toda clase de actividades sin un ápice de consciencia. Sus excentricidades se vuelven mal vistas por la comunidad, pero no porque sean incomprendidos, o porque sus acciones desafíen el status quo (como ellos insisten en pensar) sino porque son francamente terribles.
No hay justicia ni belleza en las aventuras de Bouvard y Pécuchet, se trata de un par de hombres que hacen cosas porque pueden hacerlas, sin ningún tipo de integridad, talento o responsabilidad. Probablemente era así como Flaubert veía a los hombres: como un hato de imbéciles dispuestos a todo por causas que ni ellos mismos entienden.
Hay algo de aterrador en estos dos personajes, son tan ridículos que podrían ser cualquiera y probablemente esa es la peor parte. Una lectura divertida que puede resultar algo incómoda para quienes no estén dispuestos a contemplar la estupidez humana.
Gustave Flaubert, Bouvard y Pécuchet, Tusquets, 1999.